lunes, 19 de junio de 2017

Calor y asco


Cuando los medios de comunicación hablan de pobreza energética, en la mayoría de las ocasiones se refieren a la falta de calefacción en invierno. 


Existe, sin embargo, otro tipo de pobreza energética, igualmente dañina, pero mucho más invisible, que afecta de modo contrario: la falta de refrigeración en verano. Esta pobreza es invisible porque afecta principalmente a las regiones pobres del sur, mientras que la otra es visible porque afecta a las regiones ricas del norte. Ya se sabe que, incluso entre pobres, también hay clases.

El calor, cuando sobrepasa ciertos límites, hace la vida miserable, a falta de otra palabra mejor. Pesadumbre, sensación de asfixia, agotamiento, dolor de cabeza, flojedad, agobio, malestar general... Personalmente, odio el calor, y tengo la maldita suerte de vivir en Badajoz, una de las ciudades mas calurosas de Europa, donde desde Mayo hasta Octubre se sobrepasan los 35º, y donde en los meses centrales del verano (Junio, Julio, Agosto) se llega a los 42º a diario. Las casas, mal diseñadas y peor construidas, son frías en invierno y tremendamente calurosas en verano, por lo que es común que dentro de las las mismas las temperaturas lleguen a 34º. El infierno.

En estos momentos lucho por terminar mi trabajo fin de máster, pero podéis imaginar con qué ánimo y en qué condiciones. Si, pongo el aire acondicionado a diario, pero no hay bolsillo que resista ponerlo 24 horas al día, que sería la única manera de vivir una vida digna de serlo en esta ciudad. Cada palabra que escribo, cada frase, es una lucha contra la miseria del calor que todo lo envuelve. El sábado pasé 2 horas delante del ordenador sin ser capaz de articular dos frases coherentes. Mi cabeza estaba absolutamente fuera de juego, y al final, desistí.

He tomado la decisión extrema de trasladar mi ordenador y mis documentos de estudio al sótano, donde hace unos 8 o 9 grados menos. He tirado un cable de Internet desde mi ventana en el segundo piso hasta aquí y así os escribo ahora mismo, desde mi batcueva. 

¿Cómo saldrá el experimento? Por ahora, lo admito, bajo tierra uno se siente más humano, mas vivo, mejor. Diez grados menos son la diferencia entre la dignidad humana y el asco absoluto.






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