viernes, 7 de mayo de 2021

La blogosfera, mi experiencia personal sobre un mundo perdido


Hace un par de días, de repente, recordé que tenía un blog. En realidad no tengo uno, tengo tres, dos de ellos temáticos, que vegetan en estado terminal (uno de dibujos, herencia de cuando aún me atrevía a dibujar y  otro sobre marketing, resquicio  de los tiempos del máster). Ambos, sin embargo, no han sido mis únicos blogs. Mi experiencia con el mundo del blog es, pensándolo bien, bastante larga. 

El primer blog que tuve se llamaba republicapacense.blogspot.com, un nombre que hoy me resulta cuanto menos divertido. Respondía a un primer intento, ahora entiendo que casi infantil, de desarrollar mis ideas y lanzarlas al público general, cómo si el público general pudiera tener algún interés en ellas. Ese era el auténtico espíritu de mantener un blog. Empecé a escribirlo, si no me falla la memoria, allá por 2007 u 2008, en mi época como universitario en Cáceres. Mi por entonces gran amigo David Santos Holguín - Hoy David Holguín, concejal en Cáceres- publicaba un blog de actualidad política que se llamaba desdelamejostilla.blogspot.com -Mejostilla, su barrio- y a mí me gustó tanto su contenido y su formato que le pedí que me echara una mano en mis primeros pasos en el mundillo. 

No fui el único. Internet se llenó de blogs. Muchos encontraron una herramienta de desahogo o de proclama. "Yo he venido aquí a hablar de mi blog", ese es el resumen de la época. Los blogueros nos sentíamos como una suerte de periodistas del mundo digital, y nos retroalimentábamos visitando y comentando otros espacios de amigos y conocidos. Los blogs de personas públicas fueron el primer bocado de un mundo de interacciones que hasta entonces no existía sino a través de los medios tradicionales de comunicación. A su modo, los blogs fueron una auténtica revolución en internet.

Cómo fuera, aquel primer blog no cuajó y lo acabé eliminando -no estoy seguro, pero supongo que fue así- a la vez que en 2009 o 2010 creé uno nuevo que sí duró bastante tiempo. Este se llamaba samuelgrueso.blogspot.com y durante al menos un par de años recogió una cantidad asombrosa de artículos donde comentaba tanto mis propias andanzas personales como temas de actualidad política, especialmente local y nacional. Tuvo un éxito moderado, diría que a nivel local consiguió ser bastante leído e incluso tener alguna incidencia política -menor, por supuesto-. Aún recuerdo que cierto concejal copió con literalidad y sin ningún pudor todas las propuestas que hice en mi blog sobre el carril bici que necesitaba-y sigue necesitando- Badajoz. Otras veces fui cuestionado en persona por personas ajenas por el contenido de algunos artículos. La exposición a que uno se sometía conllevaba responsabilidad y consecuencias.

Visto con perspectiva, me sorprende el poco pudor que mostraba mi yo de entonces, la ligereza con que me exponía al gran público. Hablaba de cómo era yo, de qué sentía, pero, además, de qué opinaba sobre temas que van de lo absolutamente intrascendental a lo éticamente más importante. Es posible que mi militancia política me azuzara psicológicamente a hacerlo, pero igualmente era un ejercicio de exposición que hoy me resulta extraordinariamente narcisista y aventurado. Sin duda, la juventud nos proporciona energías que parecen diluirse como azucarillos en la madurez.

En aquella época en que los blogs tenían aún alguna relevancia -aunque se había iniciado su imparable declive- éramos muchos los que acudíamos diariamente a nuestros autores favoritos a conocer sus opiniones sobre este o aquel tema. Aquella sana dinámica la pulverizó por completo el ascenso de Facebook, que durante un tiempo hizo las veces de lugar de debate alternativo, con menor profundidad pero con más interacción. Aquello por supuesto acabó mal, porque al final fuimos conscientes de que las opiniones en Facebook no se pueden desarrollar, no al menos de la manera en que un blog lo permitía. Había auténticas entradas de blog que bien podrían haberse publicado como artículos en revistas o hasta en disertaciones académicas. Tal profundidad nunca fue posible en redes sociales, pero para cuando nos dimos cuenta, la guerra se había perdido hacía tiempo. El blog tiene el don de conservar en el tiempo -el texto, no de las imágenes, según he notado- y una búsqueda fácil de contenidos. Los debates sobre publicaciones en Facebook apenas sí duran un par de días y después se pierden para siempre. En un mundo tan líquido, era inevitable que venciera la ligereza.

Reflexionando sobre la interacción en blogs, tan importante como los autores del blog eran, sin duda, los lectores y comentaristas de este. Un buen artículo merecía al menos un par de comentarios y nada más molesto que trabajar horas un tema para que quedara en el vacío absoluto. En ese sentido tuve mucha suerte, pues mi círculo de amistades de la universidad fueron fieles comentaristas. Sospecho, con buen tino, que en muchas ocasiones por puro sentido de la amistad y no por ganas. Por mencionar a algunos que estuvieron allí, nombraré a Juan Antonio Doncel, María Lanzas, Manuel Moralo o Paco Centeno, que me estimularon en innumerables ocasiones con sus lecturas y sus opiniones.

Mi último gran intento en el mundo del blog fue con un proyecto personalísimo que se empeñó en sacar adelante mi amigo Francisco Blanco, un blog con varios autores coordinados por él conocido como Politocracia.es, que combinaba los artículos de los colaboradores con dibujos del propio Fran. La idea era genial y consiguió cuajar como blog de actualidad política en un mundo que ya vivía sin blogs hacía tiempo. Politocracia.es consiguió el premio al mejor blog de actualidad del año 2016 que concedía el periódico 20 Minutos, un éxito espectacular que tristemente sólo compartí de lejos porque me había desligado del proyecto un poco antes por desavenencias, aunque acabé volviendo un tiempo después y la trifulca resuelta positivamente como tantas otras en nuestra larga amistad. De aquella desavenencia, sin embargo, nació este blog en 2015. Aunque iba ser un blog temático sobre lecturas, acabé volcando, y quizás esto es inevitable al escribir, recuerdos de otras épocas. Me sorprende comprobar que desde 2017/2018 había estado prácticamente abandonado. Me resulta terrorífico pensar cómo las oposiciones se han tragado tres años de mi vida como un auténtico agujero negro. Ojalá pueda recuperar este tiempo.

No hay mucho más que contar sobre mi experiencia en la blogosfera.  Creo recordar que, en su día, colaboré brevemente en otro de esos proyectos de blog colectivo-todos fracasaban al final- del cual no recuerdo ni el nombre. Un poco cansado de la blogosfera, acabé recurriendo, cuando el cuerpo me pedía opinar, al más viejo de los blogs: las cartas al director del diario HOY. Curiosamente, la experiencia me demostró que aquellas cartas eran leídas por mucha gente, mucha más de la que uno se podría imaginar a priori. Pero eso es materia para otro artículo que quizás algún día escriba. Baste decir que corté el envío de cartas cuando se manipuló el contenido de una de ellas -y por tanto el significado que tenía-, hace ahora cerca de un año.

Como sea, el blog ha muerto, o cómo mínimo descansa en estado terminal. Pero en mi caso, creo percibir en estas soledades, sin público ni aplausos ya, un espacio de nuevo virgen de libertad creativa literaria. Mi nueva situación como funcionario del Estado, que es una gran mejora personal en todos los aspectos imaginables, me animan de nuevo a ese viejo y noble arte de la escritura, del que no somos merecedores. 

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