Este
libro, en realidad un simple artículo, me era ya familiar en tanto que está
constituido como una de esas referencias en el campo de la Ciencia Política que
hay que conocer, pero que yo hasta ahora no había leído de primera mano. Fue a
través de la recomendación expresa de Julio Abelenda, dueño y señor de la
Librería Montevideo, que me decidí a adquirirlo.
Reconozco
que me ha gustado. Me ha hecho pensar, y en general me gustan los libros que
hacen pensar.
Leer
"El fin de la historia" con
la ventaja de tener casi 30 años de perspectiva histórica para reflexionar
sobre lo escrito es un ejercicio interesante. El fin de la historia no
significaba, como muchos malinterpretaron, el fin de la Historia misma de los
acontecimientos históricos, sino el fin de la competición ideológica, a causa
de la victoria global del liberalismo económico y político.
Tras
dos siglos de luchas, el liberalismo había vencido en legitimidad a los restos
del absolutismo, al enorme desafío del fascismo y, en el momento de escribirse,
estaba a punto de hacerlo con el comunismo. La lucha por la hegemonía ideológica
de la humanidad estaba a punto de terminar.
Uno tras otro, los grandes metarrelatos, las grandes explicaciones ideológicas de la humanidad que habían marcado la vida y la muerte de generaciones enteras se hundían cómo un castillo de naipes para quedar relegadas a una realidad menor de pequeños países periféricos y nostálgicos desarraigados, mientras el liberalismo se autoproclamaba único vencedor, vencedor absoluto de la lucha de las ideologías.
Uno tras otro, los grandes metarrelatos, las grandes explicaciones ideológicas de la humanidad que habían marcado la vida y la muerte de generaciones enteras se hundían cómo un castillo de naipes para quedar relegadas a una realidad menor de pequeños países periféricos y nostálgicos desarraigados, mientras el liberalismo se autoproclamaba único vencedor, vencedor absoluto de la lucha de las ideologías.
Desde
la perspectiva que da el tiempo, Fukuyama acertó en casi todo. Principalmente
en que, una vez abandonado el socialismo real en la Unión Soviética, y adoptado
el capitalismo en China, no existían ya países-faro para la propugnación de
ideologías alternativas.
Esto
es cierto. En estos casi 30 años, ningún sistema ideológico ha sido capaz de plantear
una alternativa seria al liberalismo, y los únicos desafíos, el nacionalismo y
el integrismo islámico, no son más que incordios temporales de reaccionarios
que carecen de ninguna fuerza más allá de las fronteras de su bandera o de quienes
nacieron bajo el islam. La victoria del liberalismo, por tanto, es total.
Francis Fukuyama. |
Es
sobrecogedor leer los cambios que anunció Fukuyama. De cómo la importancia en
la vida de las persona se desplazaría desde la lucha ideológica hasta el puro
consumismo, de cómo la forma en que se rige la vida humana pasaría de las ideas al
frío cálculo matemático de la búsqueda de la eficiencia técnica. Del hombre al
robot, de lo pasional a lo racional. No puede uno dejar de pensar en cómo se actua en estos tiempos de Troikas. Ni en que ni siquiera en aquellos países
donde están creciendo movimientos que cuestionan el liberalismo económico se
cuestiona la raíz del sistema.
El liberalismo está ya anclado en nuestra conciencia colectiva cómo la única posibilidad real que permite el buen desarrollo humano. A lo sumo, se nos ofrecen modulaciones del liberalismo, un poco más o un poco menos, pero liberalismo al fín.
El liberalismo está ya anclado en nuestra conciencia colectiva cómo la única posibilidad real que permite el buen desarrollo humano. A lo sumo, se nos ofrecen modulaciones del liberalismo, un poco más o un poco menos, pero liberalismo al fín.
Acabo con una reflexión personal. Creo que quizás,
el único enemigo real hoy en día del liberalismo, por paradójico que pueda
resultar, es el propio liberalismo. La imposibilidad que parece mostrar para controlar el crecimiento de las desigualdades y un medianamente justo reparto de la riqueza. La desigualdad pone a grandes capas de la sociedad en su contra, y a largo plazo, estas masas pueden acabar volviéndole la espalda.
Por ello, la rama liberal económica (que no política, que sí ha resultado imbatible en todos los aspectos: democratización del voto, derechos de mujeres, de homosexuales, de respeto a minorías...) haría bien en buscar el control urgente de las desigualdades que el sistema genera, que son su principal fuente de deslegitización, y que incluso el presidente Obama señaló muy acertadamente en su discurso de investidura como "el gran problema de nuestro tiempo".
Por ello, la rama liberal económica (que no política, que sí ha resultado imbatible en todos los aspectos: democratización del voto, derechos de mujeres, de homosexuales, de respeto a minorías...) haría bien en buscar el control urgente de las desigualdades que el sistema genera, que son su principal fuente de deslegitización, y que incluso el presidente Obama señaló muy acertadamente en su discurso de investidura como "el gran problema de nuestro tiempo".
Dueño y señor... y te ha faltado decir: "único morador" de la Librería Montevideo :-P
ResponderEliminarMe ha gustado esta entrada, te desenvuelves bien con la crítica. Aunque ya va apeteciendo un segundo capítulo de tus desventuras en Manchester... ;-)
Un abrazo.
Pronto, pronto... Que mañana nos tocan vacaciones. :)
ResponderEliminarUn título preciso habría sido El fin de ESTA historia...
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